¿Se parece la bolsa al mercado de fichajes?

Ago 31, 2022

Redacción Mapfre

Redacción Mapfre

Este jueves a las 23:59 se cerró el plazo para que los clubes de fútbol profesional en España puedan inscribir a nuevos jugadores. Buen momento, por tanto, para preguntarnos si los inversores podemos aprender algo de los directores deportivos y viceversa. ¿Existen similitudes entre el mercado de valores y el de los fichajes de los equipos que podemos analizar para sacar algunas conclusiones?

Para poder obtener resultados superiores a las expectativas, tanto los inversores en la bolsa como los directores deportivos tratan de rastrear el mercado en búsqueda de ineficiencias. Es decir, intentan encontrar activos infravalorados, ya sean acciones o jugadores, que contribuyan a mejorar la rentabilidad de sus carteras o a impulsar el rendimiento de sus equipos por encima del presupuesto de gasto disponible.

Si los mercados en los que ambos actúan fueran perfectamente eficientes durante todo el tiempo, esta tarea resultaría, obviamente, imposible de llevar a cabo. Cada activo tendría en todo momento un precio exactamente igual a su verdadero valor. Esto se traduciría en que ningún inversor sería capaz de batir al mercado en su conjunto de manera recurrente, ni ningún equipo modesto podría nunca obtener mejores resultados deportivos que otro con más músculo financiero.

Sin embargo, la realidad nos demuestra constantemente que este supuesto de eficiencia permanente en los mercados es falso. No siempre el equipo más rico es el que gana el campeonato, y existen ciertos inversores que han sido capaces de generar rentabilidades extraordinarias a lo largo de los años. Curiosamente, los principios básicos que han llevado a este grupo de inversores y gestores de clubes a lograr resultados extraordinarios y batir a sus competidores son realmente parecidos.

Partamos de la base que, tanto el trabajo de los gestores de un fondo de inversión como el de los directores de los clubes deportivos, implica tener que tomar decisiones en entornos de incertidumbre. Cuando se invierte en una compañía cotizada no debe hacerse por la rentabilidad que ha ofrecido su acción en el pasado (a pesar de que mucha gente opina lo contrario), sino por su capacidad para generar flujos de caja en el futuro. De igual manera, los clubes deportivos no deberían contratar a jugadores por su rendimiento en otros equipos y otros contextos, sino por lo que piensan que pueden ayudar a su plantilla a conseguir éxitos en los años venideros.

En este entorno de falta de información completa, los seres humanos que componen los mercados financieros o el de fichajes, en ocasiones se ven sesgados por factores emocionales, cometiendo errores al asignar un precio a determinados activos, ya sean acciones o jugadores. Todos recordamos crisis y burbujas en la bolsa, al igual que jugadores de dudoso rendimiento por los que se pagaron cantidades astronómicas y otros a bajo coste que marcaron una época gloriosa en sus equipos.

El trabajo tanto de un gestor de inversiones como de un director deportivo, consiste, principalmente, en buscar estas ineficiencias, identificarlas y utilizarlas a su favor. Para esto, es determinante tomar decisiones sensatas usando criterios diseñados para cumplir con un objetivo simple, pero nada sencillo de ejecutar: tratar de poner las probabilidades de éxito a nuestro favor de manera repetitiva. Pero, ¿hay algunos patrones o enseñanzas comunes entre los inversores que han logrado batir al mercado y los directores deportivo que más han hecho crecer a sus equipos?

En primer lugar, ambos grupos de profesionales suelen coincidir en reconocer que, en sus respectivos mercados, lo “bueno, bonito y barato” normalmente no existe. Si una acción o un jugador son buenos y bonitos a ojos de todo el mercado, probablemente su precio no será barato. Para encontrar activos infravalorados, que sean buenos y baratos, tenemos que acostumbrarnos a que estos no cuenten con la estima y reconocimiento del resto del mercado. Sim embargo, esto es algo para lo que nuestro cerebro no está bien preparado, lo que hace precisamente que se generen estas ineficiencias.

En segundo lugar, en su búsqueda de oportunidades, inversores y directores deportivos de éxito a menudo acaban buscando en lugares donde otros sencillamente no alcanzan a mirar. No estamos diciendo que sea imposible encontrar buenas inversiones entre las acciones o entre los jugadores más seguidos y conocidos por el público y los analistas. Pero en este grupo de activos, detectar gangas que hayan pasado desapercibidas para los demás es mucho más complicado. Por eso, algunos inversores buscan oportunidades en sectores de actividad empresarial deprimidos y ciertos directores deportivos envían a sus ojeadores a competiciones menos seguidas por sus competidores.

En tercer lugar, estos profesionales suelen preguntarse con frecuencia cuál es la motivación de su contrapartida y tratan de encontrar vendedores forzados. Algo que obsesiona a los inversores en valor es tratar de entender qué piensan las personas que están dispuestas a vender las acciones de las compañías que ellas quieren comprar. Cuando uno toma una actitud contraria a la del resto del mercado bursátil o del consenso futbolístico, es importante tener claro: cuál es el ángulo o el motivo que uno está viendo y que el resto de gente está obviando. Cuando la respuesta es que, sencillamente, la otra parte está obligada a vender por algún motivo, pueden encontrarse excelentes oportunidades.

Por último, resulta totalmente determinante tener paciencia: las buenas opciones en ocasiones tardan en aparecer y los procesos pueden tardar en dar resultado. Las grandes oportunidades en el mercado aparecen con cuentagotas. Si no se presentan las oportunidades adecuadas, lo mejor es estar quietos, en lugar de precipitarse y tomar una mala decisión que lamentemos más tarde. En la mayoría de las ocasiones, comprar un activo por aburrimiento o por la presión de los que nos rodean (el mercado o la afición) no acaba siendo una buena idea. En la bolsa y en el mercado de fichajes, el éxito no debería de medirse en años o en temporadas, sino en ciclos.

Luis García Álvarez, CFA

Gestor de Fondos de Inversión en MAPFRE AM

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